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Blog Roble

Al iniciar la pandemia muchos sentimos incertidumbre ya que no sabíamos lo que iba a suceder y nos sentíamos desconfiados, inseguros y con temor. Esto inmovilizó a muchos, manteniéndolos en un estado de preocupación y pensamientos enfocados al pasado (aquello que perdimos y no podíamos volver a hacer de manera indefinida) o en el futuro (en la sensación de ansiedad sobre si lo que sigue será peor que lo que se está viviendo actualmente). También movió a algunos otros a buscar alternativas, soluciones, formas diferentes de trabajar, organizar su casa y hasta sus reuniones sociales. Permitió a aquellas personas enfocarse en el presente, en observar su alrededor y actuar con lo que entonces tenían a la mano. Y así muchos restaurantes y tiendas ofrecieron servicio a domicilio, las clases se empezaron a dar en línea, los trabajos se realizaron desde casa y los festejos de cumpleaños pasaron a través de la pantalla con risas y sin contacto físico.
Incertidumbre es no tener el conocimiento claro de algo, es decir, no poder predecir cuándo terminará la pandemia, cuándo dejaremos atrás el uso del cubrebocas o si podremos planear un viaje anticipado.
Pero la incertidumbre tiene también una connotación negativa. La falta de conocimiento se acompaña de dudas y temores, y si nos mantenemos acompañados de la emoción del miedo o la angustia, dejamos de estar en estado ejecutivo, es decir, dejamos de pensar con claridad y dejamos de buscar soluciones.
La impermanencia tiene una manera distinta de ver las cosas. Es un término filosófico que invita a pensar en la vida como una sucesión de cambios. Dice que todo es temporal, que todo es cambiante y que esa es una verdad que se presenta en cada pequeño detalle de la vida. Así el día da paso a la noche y el siguiente día es diferente al primero. Los retos que se presentan hoy son diferentes a los de mañana.
Si pensamos en impermanencia, ayer estuve de vacaciones y hoy ya no; pero pronto volveré a tenerlas. Tal vez el viaje planeado no tenga el destino original, cambie algo en el plan o tal vez en las fechas en las que originalmente fue planeado.
Si aceptamos la impermanencia, podemos entender que repentinamente se cancelen las clases, falte a trabajar alguno de mis compañeros o se posponga la boda de mi mejor amigo. Si esto que estoy viviendo dura solo un periodo de tiempo, ¿para qué angustiarse? Pues, ¡va a cambiar!
Claro, aceptar el término de impermanencia no es suficiente, sino que debo adaptar mi forma de afrontar el cambio por completo:
Si elijo paralizarme, dejo de percibir lo que pasa a tiempo suficiente para actuar; pero si observo con atención lo que sucede y luego me muevo en la dirección de cambio, puedo adaptarme y decidir mejor; puedo ver la situación como oportunidad o reto, puedo aceptarla como algo que simplemente sucede y de lo cuál puedo aprender una buena lección.
Tener conciencia de nuestra forma de pensar y actuar es importante, pues en nuestras acciones diarias la transmitimos a nuestros hijos, alumnos y personas a nuestro alrededor.
¿Qué quiero transmitirles?
¿Quiero que sean capaces de ver el cambio como oportunidad de aprendizaje, que puedan ser capaces de analizar las diferentes opciones y oportunidades que se les presentan, con su gran variedad de factores y características, para que puedan tomar una buena decisión? o ¿quiero que se aterren ante lo desconocido o se refugien en la comida, el ocio o las adicciones por no tener la respuesta de lo que va a pasar en un futuro?.
Si aún no estás muy cómodo con el término “impermanencia” ¿qué creés? que aún así las cosas van a cambiar, van a ser diferentes y no sabemos cuál camino tomarán, por lo tanto ¿qué nos servirá más, el temor, la falta de seguridad o la confianza?
La impermanencia no nos da la seguridad de lo que pasará mañana, ni la confianza de que será mejor, es solo la afirmación de que mañana será diferente.
La seguridad y confianza están en nosotros y en quienes nos apoyamos. Tenemos las herramientas para enfrentar las dificultades, saber que tenemos la compañía adecuada para ser escuchados, valorados y aceptados. La seguridad de que si nos equivocamos, podremos hacer algo diferente la próxima vez, pues las cosas cambian y las oportunidades se presentan frecuentemente.