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Colegio El Roble en Interlomas Estado de México.

6 minutos.

Blog Roble

por Suraya Manzur
-Mamá Roble

El 20 de Marzo del 2020 todos recibimos la noticia de que el mundo estaba viviendo una pandemia.

Renata cursaba K1, y de la nada nos dijeron que las clases serían de forma virtual, ¡yo no entendía nada! Así que la conecté y a los 5 minutos su maestra comenzó a llorar, en ese momento decidí que mi hija no tomaría clases virtuales, porque no quería causarle miedo, angustia, o dudas cuando ella era feliz en su casa y no tenía idea por lo que estábamos pasando.

Decidí contarle una historia en donde le hable de bichitos y el porque no podíamos salir a ver a sus amigos o a sus abuelos, y mejor invertir ese tiempo en jugar con ella y con Emiliano, quien tenía un año.

Todos los días hacíamos una actividad diferente, pintabamos, jugábamos en la alberquita, hacíamos figuras con plastilina, cocinábamos, y así crecieron por todo un año.

Los padres comenzamos a desesperarnos, vivíamos en un estrés total, entre el encierro, el tiradero, el miedo, la desesperación, algunos vivían deprimidos, otros enojados. Extrañábamos a los amigos, a la familia, ir al cine, y sobre todo vivir sin miedo.

Como mamá me empezó a entrar un pánico terrible por recuperar el “tiempo perdido” de mis hijos. Presioné el regreso a clases, diciendo que era importante para ellos, para su desarrollo y para la parte social y emocional.

Comencé a desesperarme cuando regresaron a la escuela y los regresaban a casa, me causaba enojo, angustia, desesperación, y seguía diciendo que era importante para ellos porque merecían una “infancia normal”. Antepuse su desarrollo emocional a su salud, como si estar en casa con sus papás fuera lo peor que les pudiera pasar.

Comencé a ver a mis hijos nerviosos, con miedo, asustados, aburridos y después de mucha reflexión me di cuenta que todo eso era un reflejo de lo que yo estaba sintiendo. Yo era la que ya estaba cansada de jugar, de ver películas y de entretenerlos.

Ellos habían estado más de un año encerrados, en casa, con sus papás, seguros, sin esperar nada ya que la mayoría no conocía nada. Mi hijo aprendió a caminar, a hablar, dejó el pañal y todo esto sin ayuda de la escuela. Mientras yo estuve bien, ellos jamás estuvieron aburridos, deprimidos, angustiados, en cambio, cuando yo empecé a tener todas esas emociones negativas, ¡ellos también!

El regreso a clases ha sido complicado, queremos que las maestras hagan milagros y resuelvan en meses lo que nuestros hijos no vivieron en 2 años. Nos quejamos de todo, exigimos cosas sin entender que esos 2 años nuestros hijos estuvieron en nuestras manos y fuimos 100% responsables de ellos.

Claro que es importante la parte social, nuestros hijos deben tener amigos, salir de casa y desarrollar habilidades, pero también es importante revisar como padres qué estamos haciendo y qué les estamos enseñando.

Lo que quiero compartir es que nuestros hijos vivieron algo diferente, pero es lo que les tocó, lo que nos tocó vivir. Y como padres de familia nos corresponde darles esa seguridad que necesitan para regresar a la vida normal, con paciencia, con tranquilidad, sin exigencias marcadas, sin enojos y tomándolo un paso a la vez.

No se trata de entrar en pánico y presionar a todoooo el mundo para que ellos recuperen el tiempo “perdido”, que para mi no fue perdido. Seguro mis hijos aprendieron muchas cosas y seguro les faltaron otras, ¡pues claro! Pero al día de hoy puedo pensar en esos casi dos años y saber que los disfruté lo más que pude.

No pasaba dos horas diarias en el tráfico, podía jugar con ellos, cocinar, ver películas, conocerlos, disfrutarlos, y todo esto sin dejar de trabajar.

Ahora es tiempo de regresar a la vida que según nosotros “les correspondía” vivir.

Muchos han regresado enojados, asustados, deprimidos y con miedos. Como mamás le echamos la culpa a la pandemia, a las escuelas, al presidente, al kinder, a las directoras, a las maestras, al compañerito de a lado, pero no reflexionamos que ninguno de ellos estuvo casi 2 años con nuestros hijos.

Con esto no trato de decir que las mamás o las familias estamos mal o que sea nuestra culpa. Solo trato de que nos volvamos más conscientes y pensemos en ellos, no en nosotros, que los escuchemos, que los acompañemos y dejemos de suponer lo que sienten.

Que dejemos de ver como enemigos a todos aquellos que no piensan como nosotros, a todas esas personas que trabajan muy fuerte para conocer a nuestros hijos, para ayudarlos y para acompañarlos. Que trabajemos en equipo no para recuperar el tiempo perdido, porque no fue perdido y no se puede recuperar, solo fue una época diferente, pero sí para a partir de hoy, darles esa seguridad, y esa parte socioemocional que debe empezar en casa.

He escuchado a algunas mamás que dicen, “es que mi hijo pega, esta enojado, regresa triste de la escuela y está muy ansioso”.

Les invito a reflexionar y a entender que eso no lo aprendieron en 6 meses, si no que es un reflejo de lo que vivieron casi 2 años, estando en casa.

Trabajemos juntos, tengamos paciencia, escuchemos a nuestros hijos, y pongamos más atención en lo que les estamos enseñando y en lo que necesitan de nosotros, sus padres.

La verdadera educación es un trabajo de todos, no solo de la escuela, es a través de la familia cómo se transmiten los valores, las normas y actitudes. En casa es en donde nuestros hijos aprenden a tener confianza en sí mismos y a sentirse valorados y queridos.

Trabajemos en eso para que el regreso a la “normalidad” sea más fácil para ellos y puedan así aprovechar la parte social por la que tanto luchamos.

#SomosRoble

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